Ellos creen que lo único que los diferencia es su corte de cabello y tienen toda la razón.
Dos inocentes niños nos dieron el más claro ejemplo de qué sucede cuando nos paramos al lado de otra persona despojándonos de todos nuestros insensatos prejuicios y no vemos nada diferente que a otro ser humano justo igual a nosotros mismos, porque esa es la base de todo, en realidad todas las personas somos iguales, nos constituimos de sueños e ilusiones, sentimos miedo, hambre y sed y siempre, siempre necesitamos afecto, sentirnos amados y aceptados.
Todo comenzó por un corte de cabello.
Un fin de semana Lydia Stith Rosebush habló con su hijo Jax de cinco años de edad sobre lo desordenado que estaba su cabello y cuán necesario era ya hacerle un corte. El chico no se opuso a la indicación de la madre porque en ese momento se le ocurrió hacerse el mismo estilo que su mejor amigo Reddy quien lleva siempre el cabello cortado a ras y la idea le encantó.
Al verse ambos con la cabeza pelada, rieron a carcajadas y se abrazaron felices, al mirarse al espejo se veían idénticos y con el mismo corte de cabello simplemente no había como diferenciar al uno del otro. Esto los ponía en una interesante posición, prácticamente era como si les hubieran otorgado un súper poder.
La reina de las travesuras.
Fue mientras estaban ideando diversas travesuras que pudieran llevar a cabo ahora que se veían exactamente igual, cuando se les ocurrió la mejor de todas: irían el lunes a la escuela y le gastarían una broma a su maestra intercambiando puestos. Se destornillaban de risa al pensar en la cara que pondría la pobre profesora al darse cuenta que se había confundido al no poder diferenciar cual era Jax y cual Reddy. Fuente: BoredPanda.
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